Con el tiempo el término (idiota) dejó sus connotaciones de egoísmo y más bien se asimiló a estupidez o falta de inteligencia. En latín el vocablo se asoció con el concepto de una ‘persona ordinaria’.A raíz del ya famoso “idiota!” que le fuera endilgado en público a un compatriota en Madrid, y que dio la vuelta al mundo en cosa de minutos, mucho se ha escrito sobre tan deplorable evento. Poco se ha dicho, sin embargo, sobre la recepción que la expresión ha tenido en la literatura y sobre su origen.En la Antigua Grecia se llamaba “idiotes” a aquellas personas que teniendo derecho, y por lo tanto, estando obligadas a participar en la vida de la polis, en la política, no lo hacían por pereza, egoísmo o falta de interés. El vocablo “idios” significaba “uno mismo”, siendo el antecedente de lo que hoy significa “lo privado”. El idiota era un encismado con el que no se podía contar. Era una actitud deshonrosa en una sociedad que preciaba mucho la argumentación pública, los debates y la participación democrática. En sus orígenes, idiotas eran aquellos que dejaban que otros decidan por ellos. (Algo que probablemente se puede predicar aun de muchos de nosotros...) Con el tiempo el término dejó sus connotaciones de egoísmo y más bien se asimiló a estupidez o falta de inteligencia. En latín el vocablo se asoció con el concepto de una “persona ordinaria”. No es una coincidencia que este giro haya surgido en una sociedad más estratificada como la romana.Algunos escritores han recurrido a la figura del idiota en sus novelas, dramas o poemas. Generalmente lo han hecho de forma alegórica, esto es, para llamar la atención sobre algo diferente. En El ruido y la furia de William Faulkner, por ejemplo, el narrador de la primera parte de la novela, Benjamín Compson, sufre de una suerte de idiotismo. Su narración de los eventos es confusa, alinear y llena de interrupciones. Algo parecido puede decirse de los otros dos narradores que aparecen en la obra, Quetin y Jason.De hecho, el título de la novela deriva del famoso soliloquio de Shakespeare, que se encuentra en el acto quinto, escena quinta, de Macbeth. En respuesta a la noticia de la muerte de su esposa, Macbeth, desesperado, reflexiona y comienza su célebre “Tomorrow, tomorrow, tomorrow...” y termina diciendo “...it is a tale/ Told by an idiot, full of sound and fury/ Signifying nothing”. (...es una historia/ Contada por un idiota, llena de ruido y furia/ Que nada significa”). Que es precisamente lo que hace Faulkner. La decadencia de una familia aristocrática del sur de los Estados Unidos nos viene narrada por personajes que podrían llamarse idiotas. Una sutil ironía que está presente en otras obras de la literatura.Dostoyevski es quizás el mejor ejemplo. El escritor ruso tituló su segunda gran novela, luego de Crimen y castigo, precisamente con el nombre de El idiota (1868). Pero en este caso la idiotez que le es atribuida al príncipe Liov Nicoláyevich Mischkin poco tiene que ver con retraso mental o estupidez. El idiota de Dostoyevski es tal porque es un hombre bueno, honesto y humilde.Luego de una larga ausencia en Suiza, donde su epilepsia (enfermedad que aquejaba al propio Dostoyevski) había sido tratada con cierto éxito, el príncipe Mischkin regresa a Rusia. La enfermedad le produce ciertas interrupciones y cortes con el mundo que lo rodea. En el tren a San Petersburgo, el Príncipe conoce y traba amistad con Rogochin, un oscuro y ambicioso personaje. Rogochin le confiesa al Príncipe de su apasionado amor por Nastasya Filippovna, una hermosa mujer con una mala reputación. Los tres personajes luego se vuelven a encontrar en San Petersburgo, donde el Príncipe es recibido en casa del General Yepantchin. A medida que la novela avanza, crecen el contraste y el conflicto entre el Príncipe y Rogochin, por una parte, y entre Nastasya Filippovna y la hija del General, Aglaya Ivanovna. No obstante el amor que Aglaya demuestra por el Príncipe, este luego de varias vacilaciones opta por salvar a Nastasya de las manos de Rogochin casándose con ella. Nastasya luego de la boda es asesinada por un enfurecido Rogochin. El evento impresiona tanto al Príncipe que este regresa a su total locura, mientras su rival es condenado a Siberia. A lo largo de la novela el constante tema es el contraste del Príncipe con la sociedad. Por su enfermedad el Príncipe no había podido ser educado formalmente, no tenía una profesión, no había podido insertarse en el mundo, en definitiva.Desde su ángulo, el Príncipe confronta a la sociedad, a sus prejuicios y mentiras. Uno tras otro los personajes reaccionan con perplejidad y hasta impaciencia por la conducta del Príncipe, por su ingenuidad y sinceridad de sentimientos. Al final el Príncipe es derrotado y vuelve a su mundo de locura. O si se quiere vence al mundo, pues, este no logra sojuzgarlo. El idiota está presente también en El Anticristo de F. Nietzsche, donde el filósofo sostiene que Jesús era un idiota por su desinterés por el mundo material, una referencia que la hermana de Nietzsche prefirió omitir en la primera edición del libro.
(*)Fuente: Hernán Pérez Loose
No hay comentarios:
Publicar un comentario